Acto I: La convocatoria.

Myca observaba la decadente escena que protagonizaba el grupo. Sin perder nunca la simpatía hacia los cainitas caidos en desgracia, esperó a que todos terminaran de ordenar lo poco que les había quedado. Uno a uno ingresaron en el coche de Myca. Era más amplio y lujoso de lo que aparentaba por fuera, y entraban diez personas sentadas, algo incómodas, enfrentadas cinco y cinco.

El forro de los asientos y del habitáculo era inquitante, parecía cuero, pero de que ser, preferían ni pensarlo.Era impactante estar tan próximo a Vykos. Por más que uno se esforzara por evitarlo, la mirada siempre caía en sus hermosas facciones. El parecía estar acostumbrado a eso, y no le molestaba en absoluto.
Siempre respondía con una perfecta sonrisa a los ojos que se posaban en sus rasgos. Era como un tigre, tan hermoso como peligroso, y si bien Myca nunca se mostro agresivo o enojado, ninguno quería insitar su ira.Pasaron unos pocos días. Hicieron algunas paradas en los pueblos que rodeaban el camino. Myca era amo y señor al llegar a cada uno de ellos. Los campesinos, aterrorizados y a la vez encantados con ese angel terrenal, cumplían todos sus deseos sin dudarlo.

Los ghoules heridos recibieron atención del herbolario del pueblo, a quien Myca le pagó generosamente para que los atendiera lo mejor posible, y nuevas prendas le fueron proporcionadas al grupo de neonatos, aunque la calidad no era tan buena como las que traían, debido a que fueron adquiridas en un pueblo. Tambien tuvieronla chance de disfrutar un baño caliente y de alimentarse.

Myca charlaba de trivialidades con el grupo. Aunque siempre se mostraba interesado de todo lo que tuvieran para contarle. Era muy simpático y educado. Gracoias a eso, el viaje se hizo corto. Bistritz, el bastión de Radu, se entrometía entre el carruaje y la cordillera. Era paso obligado para quienes fueran hacia las montañas. La noche era fría, tras arribar al patio central de la fortaleza de Radu, uno a uno descendieron del carruaje.



El conde los esperaba de pié. Su mirada era severa, y que el grupo de neonatos bajara del carro de su aliado y no arribaran en sus propios carros, custodiados por sus propios ghoules, lo disgustó notablemente. Estaba descontento con la actuación del grupo hasta el momento.

Saludó a Myca como si fuera un pariente perdido. Si bien estaba molesto con los personajes, se mostró muy civilizado. Los saludó uno a uno, como exige la etiqueta en cada caso, invitándolos a pasar a la sala de su fortaleza. Una vez dentro, se dirigió a los neonatos recien llegados.

-Ahora debeis encontrar fondos por vuestros propios medios, ya que por lo visto no habeis sido capaces de conservar los que os he entregado en primer lugar. Haré un trato con un arquitecto para que dibuje la fortificación que debeis construir. Su nombre el Zelios, un nosferatu; se encontrará con ustedes tan pronto como le sea posible. Le ordenaré al capitán de la guardia os prepare un carruaje y les indique el camino hacia Tihuta. No hay tiempo que perder.-

La voz del Conde era poderosa, no era hermosa como la de Myca, pero sin duda acompañaba a su título. Era un Voivoda del clan Tzimisce, a quienes según la tradición, se les exigía haber dado muerte al menos a dos Tremere en combate singular, así como poseer la habilidad de adoptar la forma de guerra del clan y poseer vastos conocimientos sobre la magia de la sangre, para poder siquiera aspirar a ese título.

-Ahora, si nos disculpais, el señor Vykos y yo debemos discutir algunos asuntos importantes en privado. Podeis partir apenas esté listo el carruaje.- Dicho eso, ingresaron a otra sala con Myca, y el grupo quedó a solas en la sala.

Helena se había mantenido todo el tiempo que duró el viaje sumamente educada, pero metida en sus propios pensamientos. De todas formas lo acontecido no era algo que se tomara tan a la ligera, no sólo ya no tenían los medios para continuar, sino que, de paso, habían incitado la ira del Voivoda y se habían hecho de un enemigo...

Así que la forma en que Radu los trató no le pareció sorprendente, todo lo contrario, lo que le sorprendió fue el hecho de que ni siquiera los castigara, quizá la presencia de Myca tuviera algo que ver al respecto.

Miró a los demás cuando Radu se hubo retirado con Myca e hizo una pequeña mueca.

- Bien, hénos aquí, sin dinero, sin carruaje, sin nada para poder continuar con nuestra misión... ¿Alguien tiene alguna idea de cómo continuar sin tener que entregar demasiado a quien quiera que resulte ser nuestro mecenas?

Uno de los ghoules de Radu ingresó a la sala en donde estaba el grupo de neonatos. Tras pedir disculpas por la interrupción, hizo una reverencia.

-Mis señores, les presento a don Beltrán Núñez de la Laguna, enviado apra ayudarlos en su tarea por el Voivoda Radu.-

Allí estaba el cainita, de pié frente a un grupo de desconocidos que lo observaba. Sus destinos estaban más ligados de lo que suponían.

Ahí estaba, quieto, de pie, inamovible como las rocas que resisten los furibundos ataques de las olas marinas de Neptuno. Así era Beltrán, orgulloso pero noble, defensor de los desvalidos, hombres de Dios y las mujeres. Su vida: el ideal caballeresco. Siempre con las armas prestas y raudas, su cota de mallas reluciente y lo que más orgullo le daba el escudo de su señora bordado en la túnica que llevaba puesta.

1*




Los observó un momento en silencio mientras se atusaba su prominente bigote. Intentó disimular su más profunda decepción "dos mujeres y un hombre, y campesinos para más inri ¿qué se propone el conde?". Volvió a mirar al pintoresco grupo "Bueno, si esto es lo que hay" Beltrán avanzo dos pasos y se presentó:

-Como habéis escuchado soy don Beltrán Nuñez de la Laguna, caballero del reino de Castilla y esta- les dijo mientras sacaba su espada de la vaina -es la Leona, el azote de mis enemigos. Juntos venceremos a quién ose interponerse en nuestro camino- decía mientras acariciaba la espada con evidente disfrute.

Volvió a enfundar la espada y se dirigió hacia el único hombre del grupo -Ya que seremos compañeros de viaje en esta apasionante misión que se nos encomienda, me gustaría conocerle un poco más, quisiera saber con quién me juego la vida y en quien he de depositar mi confianza a la hora del combate- le dijo remarcando esa última palabra.

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1* Bueno Beltrán es más joven que el de la foto pero el estilo es el mismo.

Un extraño individuo era el nuevo integrante que el Conde había decidido unir al grupo, otro vástago de la península ibérica, un hombre de armas, pero ¿Y de palabras?
El hombre se acercó a Arnaut ofreciendo saludo a su nuevo compañero y buscando conocer con quien seguramente debería convivir durante una larga e intrincada travesía. Una actitud que podría haber sido destacable, si no fuera por que había dejado totalmente de lado a Helena y Leonor

-Saludos compañero, Arnaut Lefranc –se presentó y agregó - sabrá usted que las acciones muestran más de un individuo que su discurso, pero si quiere conocer con quien se jugara la vida en este viaje, pues las damas sabrán presentarse ellas mismas mejor de lo que yo pueda hacerlo

-No duda que tan bellas mujeres... – de repente quedó callado, algo había llamado la atención del aguerrido caballero, el anillo de una de aquellas misteriosas mujeres, pertenecía a la familia Osorio "será...". Beltrán al darse cuenta del lapsus que tuvo volvió a recuperar su discurso
–sobre todo si entre ellas hay una verdadera dama de la nobleza, sino me equivoco usted debe pertenecer a la familia Osorio-

Leonor notó como la mirada del vástago se había posado sobre su sello. Aquel anillo que guardaba con recelo y que tanto simbolizaba para la neonata -Así es, soy Leonor Rodríguez de Osorio, encantada señor de la Laguna- dijo haciendo una leve reverencia. Hacía muchos años que no la reconocían por su familia que tras el saqueo por parte de las tropas castellano-leonesas había sido desposeída de sus bienes y título... Nunca había ostentado el título de condesa de Lemos...aunque con el transcurrir del tiempo su linaje hubiera recuperado sus bienes.

La confirmación de la bella dama hizo rememorar viejas historias del pasado -Yo lideré una incursión para liberar a... como se llamaba- arrugó la frente al intentar recordar a aquel personaje -si Rodrigo Obéquez de Osorio, lo liberamos de las garras del infiel allá en Zaragoza-

Leonor no pudo dejar de quedarse sorprendida -Mi...padre- Aquel vástago había participado en su liberación...en aquel tránsito de felicidad, aquella falsa alegría para los miembros de su casa. Aquella ilusión por una posible victoria para el bando gallego y aunque todo hubiera acabado en un fiasco por culpa de los juegos de las confabulaciones de los lasombra castellanos, aquel cainita se merecía su reconocimiento. En memoria de los suyos... -El placer por conocerlo, señor, es doble- volvió a saludarlo educadamente con una franca sonrisa en los labios.

Beltrán se alegró de que hubiese alguien de origen noble en este grupo, a pesar de que no acababa de entender que hacían un par de mujeres en una misión como ésta. -El placer es mío bella dama sabed que defenderé vuestro honor de cualquiera que ose mancillarlo. Por supuesto este juramente es extensible a su compañera a pesar de su baja alcurnia, aunque a lo mejor me equivoque- dijo mirando de reojo a Leonor.

Un nuevo caballero había llegado a presentarse ante ellos, pero... en el momento menos adecuado, había dejado caer unas palabras que hicieron que los bellos ojos de Helena se entrecerraran...

¿Baja alcurnia? ¿Quién se creía ese...?

Alzó la barbilla con una franca muestra de rebeldía ante sus palabras...

- El nacimiento en cuna de oro o en ropajes modestos no forjan a la persona - susurró con voz tranquila - y si vuestra merced prefiere fijarse en detalles que ya ni siquiera nos afectan debido a nuestra condición, detalles tales como "la alcurnia" de algunos, es su determinación, pero considero que esas insignificancias dejan de tener sentido cuando los años pesan sobre sus espaldas y lo único que al final queda es la esencia de la persona.

Era un franco discurso sobre lo banal que consideraba a un hombre que sólo se fijaba en los ropajes, si bien los suyos habían sufrido el detrimento del viaje que implicaba no tener otros más que usar, no por ello significaba que no fuera merecedora del mismo respeto que podía ofrecérsele a Leonor... el simple hecho de ponerlo en duda hacía que empezara a determinar que no sería tan buena compañía a final de cuentas...

Beltrán abrió los ojos de par en par, se sentía dolido por aquellas palabras de filosofía barata pero no quería hacer más sangre.

–VOTO A BRIOS- perjuró el bravo caballero -Esa no era mi intención señora, sólo que para una misión como la que tenemos encomendada, esperaba encontrarme con un nutrido grupo de guerreros y al veros a ustedes vestidos de esta guisa he de decir que me quede consternado. Creo que habéis mal interpretado mis palabras, en ningún momento me he metido con nadie por su origen. Y además ,usted habla de esencia, pues le demostraré mi esencia, mi objetivo es ayudar al débil sin distinción de clase alguna y no sólo en la depravada sociedad cainita sino también en la humana.- Beltrán se acercó a la mujer con paso decidido.

–De todas maneras si la he ofendido os expreso mis más sinceras disculpas. Por cierto, no se ha presentado todavía y me gusta saber con quien hablo-

Helena escuchó con detenimiento cada una de sus palabras y al final su mirada se volvió tranquila.

- Me parece que en esa misión tiene una férrea aliada - dijo mirándole - puesto que el hecho de que mi educación no versara en las armas no significa que no pueda serles de ayuda... - parpadeó un leve instante - soy Helena Di Armanno y es un placer conocerle.

El sonido de cascos de caballos repiqueteando contra los adoquines del patio del castillo interrumpió la charla, un carruaje se acercaba.

Se detuvo a pocos metros del grupo de neonatos, el carruaje mostraba la heráldica del Voivoda Radu, y dos de sus ghoules hacían las veces de cocheros. uno de estos sirvientes abre la puerta del carruaje, con pesados postigos, como todos los carruajes diseñadosapra albergar vastagos.

La silueta de un hombre surgió del habitáculo, y se acercó a la luz de las antorchas.

El otro ghoul hizo una reverencia al grupo, y procedió a presentar al recién llegado.

-Mis Señores, Zadko Salza. Convocado por el Conde Radu para contribuir con vuestra causa.-

Parecía que despúes del abandono cobarde de sus anteriores compañeros, el grupo volvía a contar con nuevos aliados.
La brujah se adelantó un paso haciendo una leve reverencia:

- Leonor Rodríguez de Osorio, encantada - dijo con una leve sonrisa. A ver como se comportaban las dos nuevas incorporaciones del grupo, desde luego no podían ser peor que algunos de los anteriores miembros como aquel monstruo llamado Flanziano.

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*apa 4

Un hombre atlético cercano a la treintena madura - algunos se atreverían a decir la cuarentena - aunque de clara apariencia descuidada y porte delgado, más bien por la simpleza - o carencia - de etiqueta - pues en apariencia uno incluso se atrevería a juzgarlo de monje o sacerdote sedentario - y mundana forma de vida que por los prejuicios de la mala vida, envuelto en una simple túnica parda cubriendole hasta sus pies polvorientos y descalzos; de rostro atrevido con larga melena negra, barba desgastada y escaso mostacho negro, ojos de cuencas profundas y castaños con mirada propia de aquel que ha visto más desventuras que romances y con un zurrón de cuero pardo colgando del hombro a su zurda como única y aparente pertenencia entró en el lugar tras las palabras del criado sin poder evitar una agradable sonrisa ante la bienvenida de la atractiva y bien vista señora de Osorio.

- Buenas noches - dijo en un hungaro marcado por un fuerte acento norteño a la vez que buscaba la mirada de la persona de mayor rango presente para dirigirse a ella primero -, se presenta Zadko Salza para satisfacer el honor del Voivoda y Conde Radu. Mi brazo es su fuerza y mi sangre su presencia, así pues, considerarme aliado al igual que aquel que me envía, el noble Conde Szemioth de Samogitia. Las bendiciones de Zemyna os sean prosperas - añadió a modo de colofón inclinando levemente la cabeza, más esperando una mínima introducción ante los presentes, a pesar de saber la naturaleza de su misión. Su sonrisa era afable aunque enigmatica y su mirada viva y propia de un fanático.

FDI
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Beltrán nada más acabar de presentarse el nuevo miembro de este pintoresco grupo dio un paso al frente.

-Soy Beltrán Núñez de la Laguna, caballero del reino de Castilla, azote de los moros y paladín de los desfavorecidos. Sabed que mi espada estará a vuestro lado cuando lo necesitéis.-

A pesar de la afable presentación, Beltrán estaba algo decepcionado, sólo veía a unos cainitas que parecían un par de despojos a pesar del origen noble de algunos de ellos pero a pesar de todo daría su no vida por estos seres que iban a compartir ahora su mismo destino.

El peón de patio del castillo se acercó a los neonatos, en una postura servil.

-Disculpad mis señores, los carruajes están listos, podemos partir cuando lo deseeis.-

Frente al grupo, se arrimaba un carruaje con la heraldica de Radu, era de construcción robusta, y podía albergar a seis personas con comodidad. Estaba tirado por cuatro percherones, que de caballo apenas tenían la apariencia, sus ojos parecían brasas encendidas, y los peones evitaban pasar dentro del alcance de sus bocas.

Helena asintió ante el nuevo compañero que tendría el equipo... observó ahora sí con detenimiento a cada uno de ellos y su mente se llenó de preguntas que seguramente pronto serían contestadas, pero sobre todo una quedó revoloteando:

¿Lograrían unirse por la misma causa o sucedería lo mismo que con el grupo anterior, que se había fragmentado con la velocidad del rayo?

La sacó de sus meditaciones la voz del ghoul y le miró intensamente algunos segundos para luego asentir.

- Un placer, señor - dijo en deferencia al recién llegado - aunque debo deciros que me gustaría saber más de usted de camino a nuestro destino - era una fina llamada de atención para indicarle que aún tenían cosas por hacer, algo que seguramente el cainita sabría ya con antelación.

Volteó a mirar a Arnaut, a Leonor y a Beltrán.

- Es momento de partir y no creo prudente hacer esperar más a nuestro mecenas... - no aclaró el punto de que... suficiente lo habían hecho enojar como para incrementar a sus "culpas", el "pecado" de no irse con rapidez...

Siguió toda la situación extrañado aunque el único gesto que denotara tal en su rostro era una cínica e inquieta sonrisa. Acompañó a sus futuros compañeros cerrando la comitiva y escuchaba tímido lo poco que se había dicho desde su llegada hasta el carruaje aparte de las presentaciones. Caballos grandes, tan parecidos a los de su tierra como que no dudaba que quizá tuvieran el mismo origen.

Cuando se dio cuenta que la tal Helena hablaba, mejor dicho, le hablaba bajó su mirada ensimismada de la divinidad del firmamento a sus ojos, en un gesto tan mundano como atrevido. Su sonrisa y movimientos comedidos parecían enfundar con mínima etiqueta su distanciamiento del grupo, al menos hasta conocerles mejor:

- Eso será fácil, mi señora, aunque tan largo viaje dará tiempo para todo. Baste como humilde presentación que - miró a los ojos a todos sus camaradas, intentando asegurarse que todos le oían - soy un hombre taimado con años de aprendizaje y guerra a mis espaldas. Nací a orillas del Oder y el Prípet en una cultura alejada de las galanterías y creencias de Occidente aunque, por suerte, mis viajes me han permitido conocer y desenvolverme con soltura en muchos lugares. Al menos aquí, en lo que algunos llaman la Vieja Tierra - perdió la sonrisa por una mueca tranquila aunque afable -. Me considero un pastor para los descarriados, un ermitaño para los creyentes y conocedor de algunos de los secretos del cielo y de la tierra. La capacidad de provocar sangre no debería ser llamado arte. Aunque, todo sea dicho con humildad, quien sabe mirar, encuentra siempre magia en su derredor.

Se acercó al carruaje abriendo la puerta e invitando a sus compañeros a subir:
- Nos queda un largo viaje por delante. - dijo inocentemente.