Acto II - Enki's Magical Mystery Tour

Enki se dejó guiar por el acólito a través de innumerables pasillos hasta llegar a una torre que se alzaba tal como coloso en la montaña, la cual era sacudida por las fuertes corrientes de aire huracanado del Reino de Fuerzas. No era, empero, una torre ordinaria. Desde el piso hasta el techo sólo se elevaba una columna que sostenía una habitación ubicada en lo más alto de la torre. Había gárgolas agazapadas en las paredes de la torre, observando a los recién llegados. En la columna central no había gárgolas, sólo incontables símbolos arcanos que brillaban con un color azulado cristalino. En el techo de la torre una puerta trampa comunicaba con la habitación superior.

El acólito había tardado en encontrar la torre, abrumado por la inmensidad de la fortaleza. La magia parecía no ayudar, sino confundir aún más, especialmente cuando por las artes de la correspondencia el espacio se alteraba formando rutas imposibles de comprender para un Durmiente. Una vez llegado a destino, parecía mostrarse más a gusto, comprendiendo que debía hacer.

Para comunicarse con el sanctum de Porthos utilizó un caño similar al que se encuentra en los barcos, que comunica el timón con la sala de máquinas. Después de un breve intercambio de palabras, la magia surcó la habitación. Los glifos arcanos de la columna brillaron con más intensidad y a continuación varios ladrillos de la columna fueron desprendiéndose poco a poco de la misma, formando una escalera caracol.

Una vez arriba, el acólito entregó un pergamino garabateado a Porthos y se retiró luego de presentar al invitado. El hermético leyó parcamente el contenido del pergamino con ceño fruncido para luego mostrar una jovial alegría cuando dedicó su atención a Enki.

- ¡Bienvenido! Bienvenido a mi pequeño sanctum... por favor, ponte cómodo - dijo indicando unos sillones tapizados. El sanctum era más grande de lo que se había imaginado, y estaba alborotado de cosas por doquier y la vista desde lo alto de la torre era... sobrecogedora. Entre las muchas cosas había objetos que resonaban con poder, y Enki podía sentir la presencia de innumerables espíritus. Había una biblioteca, pero muchos de los libros estaban desordenados y apilados sobre una mesa.

- ¿Qué te trae al refugio de este anciano mago? ¿Disfrutas de la estadía?

Enki subió las escalinatas y se encontró con el archimago. Esbozo una sonrisa ante la calida bienvenida. Hizo una reverencia humilde sacando sus manos de las mangas de su túnica gastada por el tiempo y los viajes.

“Saludos. Gracias por la bienvenida y por atenderme Señor Porthos” le dijo amablemente el joven mago antes de tomar asiento.

“La estadía ha sido muy buena, incluso ya visite los jardines del Edén… y el laberinto… y la fuente… que es el motivo de mi visita…” le dijo Enki mirándolo a los ojos y sonriendo suavemente.

“Seré sincero y directo Porthos… soy un ser que aun se maneja por sensaciones y corazonadas…” agrego el mago mientras que se inclinaba suavemente en el sillón.

“Siento que usted es diferente a muchos otros… es por eso que vine aquí a hablar de lo que vi… necesito aclarar la información que poseo… y corroborar algunas cosas… necesito un poco de guía…” dijo el mago haciendo una mueca, bajando la vista un poco

Tras la llegada de Enki y su presentación, Porthos Fitz Empress cerró el libro que tenía en sus manos e hizo lo mismo hizo con el tubo que servía para comunicarse con los acólitos de abajo, como señal de respeto al demostrar que toda su atención estaba centrada en el joven Cuentasueños. A continuación tomó asiento, buscando con su mirada directamente a los ojos de su interlocutor. Asentía lentamente sin dejar de sonreír amablemente.

Enki trató de explicar con sencillas palabras el motivo que lo había llevado ante él, pero se detuvo cuando observó una expresión de confusión en el archimago hermético. Enki tenía la sensación que no se estaban comunicando perfectamente, que su posible guia ya estaba perdido.

- ¿Fuente? ¿Que fuente? - preguntó finalmente Porthos, sin poder encontrar la respuesta dentro suyo.

Enki sintió por un momento que su alma caía estrepitosamente, sin tocar suelo. Una respuesta vaga brotó de sus labios, ahora él también confundido.

- S-sí... en el centro del laberinto... en el jardín - no podía creer que esto estaba sucediendo.

Porthos frunció más su mirada, que se perdió en incontables recuerdos y memorias. Sus ojos se cerraron y su boca farfullaba algo inteligible. Repentinamente se sobresaltó, tomando por sorpresa a Enki.

- ¡Ya! Si, si... la dichosa fuente del laberinto - afirmaba ahora más seguro - pocas veces he llegado - confesó con algo de vergüenza propia, a modo de disculpa con una amigable sonrisa.

Enki sonrió también, internamente divido entre la preocupación y la sorpresa. Aún así, creía que Porthos no dejaba de ser un mago agradable. Porthos, que también parecía pensar bien de Enki, como si fuera al pasar preguntó:

- ¿Y que se supone que hace esa fuente?

- ¿No... no lo sabe?

- ¡Claro que lo se! Solo... lo he olvidado... momentáneamente.

- Seguro... eh... te concede un deseo, uno verdadero.

- ¿Ah, si? Mmm... eso explica el asunto del Tarrasque.

- ¿Tarrasque? ¿Qué es un Tarrasque?

- ¿Eh? Nada, nada... interesante... - sentenció hablando para sí mismo. Recordando que su invitado aún estaba ahí agregó:

- ¿Y que te trae aquí? ¿No habrás deseado otro Terrasque, no? Mejor cuéntame lo que viste y veré como puedo ayudarte.

Enki suspiro y asintió mientras que se quedaba pensativo y callado por unos instantes.

"Básicamente... lo que sucedió fue que desee saber sobre mi pasado... y la fuente me mostró vidas pasadas... y una enorme interrelación entre ellas... y todo un significado que conllevan..." dijo pensativo el joven mago.

"¿Le suena el nombre Voormas?" pregunto Enki de repente.

“Pareciera que a lo largo de mis vidas… fue una constante… al parecer este mago me esta cazando para matarme una y otra vez en cada vida que he tenido, para que no resurja… y esto creo que es una enemistad que viene desde…” dijo sin saber como decirlo.

“Tal vez desde la misma edad mítica…” dijo pensativo el mago.

El rostro de Porthos recobró la seriedad poco antes de escuchar el nombre de Voormas. No podía decir que lo conocía, pero una cábala de Doissetep tenía su apoyo político y el antiguo Archimago Euthanato se las había ingeniado para que el Clan Reiryu lograra un asiento en el Consejo de Diáconos. Poco conocía de él, pero no sentía nada personal contra Voormas, quien aún no era peor que Mustai, pero aquella declaración de Enki era peligrosa. Acusar de esa forma a un archimago, quien a su vez era el líder de una facción elite entre los suyos... era peligroso. Tenía que evitar que Enki pusiera su vida en riesgo... mortal.

- ¿Cómo sabes su nombre? - preguntó con curiosidad. Internamente su preocupación era aún mayor.

- Quiero decir... ¿estás seguro que es él?

"Ya le dije... su nombre lo se gracias al deseo que pedi en la fuente... no estoy ni seguro de quien es... ni del todo de como se ve... no se ni en que parte del mundo se encuentra..." dijo Enki frunciendo el ceño.

"No se ni que clase de mago es... solo se lo que le dije... y realmente no me agrada lo que se... Tengo la sensacion de que es real... no se como explicarlo, pero creo totalmente en esto... No estoy diciendo que hay que buscar a este tal Voormas y cazarlo o algo por el estilo..." aclaro el mago

"Pero ciertamente no me voy a quedar de brazos cruzados esperando a que alguien me ataque..."

- ¡Pero por supuesto que no! No nos quedaremos de brazos cruzados - dijo con la misma iniciativa con la que alguien que aposta todas sus fichas a un sólo número.

- Aunque me pregunto si estaremos hablando de la misma persona... - comentó para sí con ceño fruncido.

Con la agilidad de un vendaval tomo el antebrazo de Enki y con firmeza lo llevó hasta una cámara privada mas adentrada en la torre. Había unas reposeras de cuero formando un círculo, sumando un total de seis.

- Presta atención, mi joven amigo. Buscaremos juntos las respuestas a tus interrogantes en el espacio Astral, la dimensión de la mente y el alma. Empero, eso no quita que el viaje en sí no sea peligroso... tú sigue mis indicaciones.

Porthos preparó dos reposeras colindantes y le hizo una indicación a Enki para que se acueste en una. Él hizo lo mismo y a continuación lo tomó de la mano con firmeza.

- No se te ocurra soltarme, jovencito. Yo soy quien guía ahora.

Enki se preguntaba que sería de él y en que terminaría todo esto.

- Viaje Astral? suena intrigante...- murmuro Enki con una sonrisa aventurera, mientras que se dejaba llevar por el archimago.

- Bueno, ya veremos de quien habla cada uno... sea lo que sea... tal vez sirva, para tener mas informacion o para discernir las cosas como en verdad son...- dijo Enki suspirando mientras que se recostaba en la extraña reposera y le tomaba la mano

- Usted es el maestro señor Porthos... pero bien... estoy listo...- dijo el joven mago suspirando, un poco ansioso por la situacion, pero a la vez tranquilo, sabiendo que pronto las cosas se le develarian lentamente... estaba avanzando en una direccion, y eso era extremadamente importante.

Por otro lado sentia curiosidad por el viaje astral, seguramente iba a ser toda una experiencia, por mas que pudiera ser peligrosa... pero siempre que se quedara con Porthos y se dejara guiar, todo debia salir bien... o al menos eso creia el joven mago

Porthos murmuraba palabras de poder entretejidas con un movimiento rápido de mano que escondía algún significado esotérico para el anciano maestro hermético. Enki miraba absorto el techo de madera que ascendía en punta. Escarbadas en la madera unos glifos azulados brillaban pálidamente en un ritmo intrincado y primordial, muy errático para una mente no instruida en ciertos conocimientos arcanos. Sin embargo, ejercían un poder hipnótico en la mente del joven Cuentasueños, que se había dejado atrapar por ellos en un instante de meditación.

El color del techo amarronado desapareció lentamente, fundiéndose en un azul oscuro para finalmente en un oscuro cósmico surcado de puntos brillantes. Los glifos se transformaron en estrellas, planetas y constelaciones. Todo fue tan gradual que cuando Enki se descubrió ya fuera de su cuerpo, brillando en un tono platino y poco definido se pregunto cuanto había tardado todo aquello. Un hilo plateado unía su forma astral con su cuerpo aletargado, que yacía en algún lugar de Doissetep.

La visión del espacio alrededor era inconmensurable: nada parecía tener límites, a donde se mirara el universo se expandía aún más allá de la vista. Astros planetarios moraban en un océano cósmico, dirigidos por una especie de armonía musical, que resonaba en todos y a diferentes frecuencias.

- Podríamos hablar de la realidad como un tapiz, Enki - comentó Porthos. El viejo archimago estaba a su lado, su forma era más semejante a una fuerza de la naturaleza: su cabello crispado y eléctrico, sus ojos ardientes, sus palabras un susurro en el viento, su carisma una fuerza de atracción. Su resonancia transmitía un sentimiento abrumador de poder temporalmente contenido.

- Es posible imaginar toda la Creación como un gran Tapiz hecho de nueve hebras primordiales de quintaesencia tejidas en complejos patrones. Como las cuerdas de un instrumento musical, estas hebras resuenan con un tono particular, la melodía de fondo de la Creación... la música de las Esferas. Esta vibración da a cada ser y cosa lo que, nosotros los magos, llamamos una resonancia... una especie de frecuencia o tono.

- ¿Comprendes Enki?

Enki asintió, mientras que se aferraba a Porthos para no perderse. A la vez observaba maravillado la expansion cósmica del universo a su alrededor.

-Comprendo... aunque es mas maravilloso contemplarlo... todo se ve, se siente y se escucha diferente...- dijo el joven mago mientras que se volteaba a observar a Porthos con una sonrisa.

-Ciertamente todo se ve distinto en el plano astral- dijo mientras admiraba la extraña forma de la manifestación de la resonancia del archimago.

-Me pregunto como me veo yo...- murmuro bajando la vista, contemplándose a si mismo un poco.

Conócete a ti mismo es un buen proverbio. Lo cierto es que muchos cerramos nuestros ojos para no ver nuestra propia oscuridad, avergonzados de nosotros mismos. Empero, no implica que deja de ser verdad, que si no lo vemos deja de existir. No es que todo sea oscuridad en la vida de uno, pero aquellas cosas que no comprendemos nos aterran, especialmente si son acerca de nosotros mismos, de nuestros secretos.

Quizás por eso Enki tuvo reflexionar unos instantes al contemplarse a sí mismo. En las aguas primordiales del océano cósmico se reflejaba la imagen de un hombre viejo, con la apariencia de un ermitaño, algo huraño y poco social. Tenía el pelo largo, desprolijo, enmarañado y una barba de varios meses colgaba de su rostro. Su imagen era casi traslúcida pero parecía tener una vitalidad propia, capaz de luchar con sus propias manos desnudas contra la muerte.

Varias cicatrices recorrían su cuerpo, formando un curioso patrón de oscuro significado. Pero lo que más le asustó fue la mirada que reflejaban sus ojos. Una mirada profunda y experta. Era la mirada de un asesino.

- Haces que me sienta joven - comentó Porthos con una sonrisa sin mirarlo a los ojos. A Enki le costó sonreir, sentía un gran peso sobre sus hombros y una gran confusión aturdía su mente. No pudo más que preguntarse ¿Quien soy?, pero nadie respondió.

Era una lastima en verdad que recordara mas de la vida de Helekar, que de la de Enki... ciertamente se sentia menos orgulloso de la primera, que era la que verdaderamente le daba esta apariencia tan fria...

El mago permanecio en silencio por unos momentos, apenas logrando sonreirle a Porthos, sin embargo notando que no lo habia mirado a los ojos. Podia ser una coincidencia, asi como podia ser un dato importante a tomar en cuenta.

- Bueno... lo sigo Maestro Porthos...- dijo Enki, mientras que por dentro, meditaba sobre todo lo que iba descubriendo, tomando notas internas sobre quien habia sido, quienes eran sus enemigos, y quienes tal vez podrian ser sus aliados en esta vida...

Por un lado, todas las revelaciones que se iban sucediendo, preocupaban a Enki, toda su vida lentamente iba develandosele. Aun asi, esta informacion era mas que preocupante... no solo le daba a entender que su vida estaba en peligro, sino que la vida de todos los que estuvieran cerca suyo, estaban en peligro tambien.

Por otro lado, Porthos parecia haber demostrado conocer a Voormas, al menos de nombre, lo cual tambien era mas que peligroso, porque significaba que el ser que habia estado cazandolo y matandolo vida tras vida, desde hace cuanto tiempo, estaba cerca...

Por encima de eso, el hecho se mantenia, Enki definitivamente no encajaba aparentemente en un lugar como Doissetep. En el pasado, probablemente se habia dedicado a cazar y matar a magos que muy probablemente hacian de su hogar en un lugar como este, apartado del mundo, regocijandose en su poder, ignorando a las pobres gentes, y aprovechando su poder para imponerse sobre los debiles y sacar su mayor provecho...

Aun asi, habia conocido a gente como Porthos, o los maestros de la cabala que habian visitado anteriormente... aun asi... habian hechos que permanecian obscuros aun... realmente el joven mago esperaba que pudiera encontrar algo diferente en este lugar... o al menos, intentaria conseguir la mayor cantidad de respuestas posibles, a todas las preguntas que Enki tenia...

- Enki... tu tienes que comprender que la resonancia es mucho mas que energía vibrando a una determinada frecuencia. Es la voz del alma, la melodía con la que aquella se expresa y habla de sí misma.

Extendió sus brazos hacia el infinito y exclamó:

- Esto que observas es el Horizonte, la frontera del mundo conocido. Aquí la resonancia es más clara que en el plano físico, sin duda porque no está contaminado por las creencias colectivas de la humanidad, el llamado Consenso, y la paradoja no es algo que debas temer aqui.

- En este Horizonte reciden nueve Reinos, fragmentos de las llamadas Esferas, Arcana o Sephirot, como gustes llamarlas. Tu ya conoces uno, el Reino de Fuerzas donde recide la fortaleza conocida como Doissetep, mi nuevo hogar. ¿Recuerdas?

Un recuerdo acarició la mente de Enki, una tormenta de fuerzas elementales primordiales, la misma fuerza de la naturaleza desatada e incontrolable. La similitud de Porthos con el Reino que llamaba hogar era alarmante... ¿todos serían afectados de la misma manera?

Enki asintio mientras que observaba los alrededores.

-Entiendo a lo que te refieres...- le dijo pensativo. Osea que asi como habia una capilla en el reino de Fuerzas, habian otros reinos mas... entonces existia el reino de los espiritus y de la vida.

-Y ahora vamos hacia algun Sephirot? o vamos a alguna otra parte?- le pregunto el joven, pero a la vez, antiquisimo mago.

- Sí, ahora nos dirigimos hacia el Reino de la Entropía, en lo más lejano del Horizonte.

Los cuerpos astrales de los dos viajeros se desplazaban a una velocidad incalculable, si es que el Tiempo y el Espacio transcurrían normalmente en aquel estado. Una vez dejado atrás el Reino de Fuerzas, otros Reinos, semejantes a Planetas que flotan en el océano cósmico, hicieron su aparición uno después de otro. Había también otros planetas menores, repartidos por todo el sistema solar, o aquel espacio que Porthos llamaba Horizonte.

En cierto momento, Enki divisó a lo lejos un enorme árbol de proporciones épicas, colosales. Parecía ser un viejo fresno, y sus ramas se extendían abarcando numerosos planetas, y sus raíces se adentraban en lo profundo e inexplorado del cosmos.



- Porthos, ¿que es eso? - preguntó Enki aunque en el fondo quería saber la respuesta.

- Yggdrasil, el Reino de Espíritu - respondió academicamente el interpelado. - Sus raíces llegan a los ríos de Estigia y en sus ramas los Reinos del Horizonte parecen frutos.

Entonces el viejo fresno existe - pensó Enki. Si todo lo que alguna vez soñé existe, entonces hay esperanza. Porque todo puede ser. Pero ¿que será de mis pesadillas? ¿Estas también existen?

Dejaron atras el Reino de Espíritu, y siguieron. Recorrieron aun más, antes de llegar al último Reino, la otra cara de la moneda de Iggdrasil: la muerte. El Reino de la Entropía, una tierra muerta, donde no hay polvo sino ceniza, donde el sol no se pone y la vida no florece. Una luna orbitaba vigilante, Caronte, según le explico Porthos.

La resonancia era fría y oscura. Los rayos del Sol Primordial (porque el Reino de Primordial es el sol, no un planeta en el Horizonte) apenas iluminaban a los viajeros. Enki tenía que hacer un esfuerzo para observar los detalles, e incluso Porthos parecía sufrir de un escalofrío. Es la muerte, pensó Enki, que nos envuelve con su capa y el frío de su guadaña nos recorre la espalda.

Y flotando en aquel espacio Astral comprendió, que para enfrentarse a su enemigo debía vencer el miedo a la muerte, debía ser vida. Debía trascender la muerte y ser. Aunque no superiera exactamente que significaba eso.

-Asique esto es lo que él representa...- murmuró el anciano mientras que entornaba los ojos.

Luego Enki se observo a si mismo por unos momentos. Para empezar lo primero que tenia que lograr era dejar de ser esto... era muy importante en cierto aspecto como se viera en su forma astral. Si su propio ser se veia como un anciano, definitivamente habia que comenzar a cambiar la forma de ver las cosas... era cierto que el mismo se veia asi mismo como un anciano... tantas vidas detras, tantas cosas que habia vivido sin vivir.

Enki ciertamente tenia que recorrer un camino importante para lograr retornar a ser el heroe joven, idealista, lleno de vitalidad y poderoso que habia sido en la edad mitica. El verdadero portador del nombre Enki, el primero.

Ciertamente ahora era un viejo... era un anciano que ya le temia a la muerte, porque la sentia mas cerca que otros. Para poder enfrentarse a Voormas, primero tenia que enfrentar sus propios miedos y trascenderlos... primero tenia que quitar todas las imperfecciones y alcanzar una mayor iluminacion y entendimiento... tenia que entender porque siempre habia elegido el camino que habia elegido... y regresar a seguirlo.

-Gracias Maestro Porthos... ya entendi algunas cosas...- le dijo Enki con bastante determinacion, mientras que sus ojos seguian fijos en las profundidades de la entropia.

-Tengo un largo camino que recorrer...-